La mentoría social, un acompañamiento que transforma vidas
Un cuarto de los jóvenes españoles se siente solo, y el 69% lo ha sentido alguna vez, según un estudio realizado por el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada – SoledadES a jóvenes de entre 15 y 29 años. Los factores que contribuyen a esta soledad son variados y, tal como se pone de manifiesto en el artículo “Jóvenes, pantallas y pedagogía: un triángulo de matices”, las redes sociales y la falta de conexiones interpersonales profundas son uno de los componentes que contribuyen a esta soledad, pero también lo son el estrés académico y laboral, así como los cambios en las estructuras familiares y sociales, que reducen las oportunidades de los jóvenes para establecer vínculos sólidos y duraderos, y se convierten en un desafío que requiere atención y medidas para revertir la situación.
En este contexto, la mentoría social emerge como una respuesta comunitaria efectiva para mitigar los efectos de esta soledad entre los jóvenes. Lo explica la directora de la Asociación Punt de Referència, Rita Grané: “Nosotros, que trabajamos con jóvenes, vemos últimamente que, cada vez más, hay importantes sentimientos de soledad no deseada, y la mentoría rompe estas soledades y relaciona a las personas, crea redes, y esto facilita mucho la inclusión comunitaria”. Una inclusión que tiene efectos directos también sobre el crecimiento humano de los jóvenes, tal como asegura Grané: “Hemos hecho estudios de impacto y sabemos que la mentoría mejora la autoestima y la autoconfianza; y si mejoramos esto, mejoran las expectativas y también el éxito educativo, lo que permite alcanzar un proyecto de futuro y generar una red relacional, con las correspondientes oportunidades que esta red ofrece en muchas ocasiones. Además, hay que tener en cuenta que también supone una mejora en la salud mental, ya que el hecho de saber que tienes una persona a tu lado te aporta equilibrio, y esto te ayuda a poder finalizar unos estudios, porque tienes quien te acompaña a mantener el esfuerzo que supone estudiar…”.
“La mentoría rompe estas soledades y relaciona a las personas, crea redes, y esto facilita mucho la inclusión comunitaria”
Así lo ha vivido Iman, joven mentorada de la Fundació Impulsa: “Recuerdo que tenía una muy mala racha de suspensos en una asignatura y quería dejarla para el año siguiente, pero mi mentora me animó, y sentí que confiaba tanto en mí que pensé que tenía que conseguirlo; puse muchas ganas y al final lo logré. Saber que tienes a alguien que te acompaña y se preocupa por ti hace que no te sientas sola y ayuda mucho a conseguir lo que te propones”, asegura. Unas declaraciones que comparte la responsable psicopedagógica de la Fundació Impulsa, Sandra Llinares, quien pone de manifiesto la importancia de entender la mentoría desde una visión transversal: “El éxito del Método Impulsa se debe al hecho de que entendemos el acompañamiento a los jóvenes de manera global: damos un apoyo económico que ayuda con los gastos de los estudios, pero también estamos muy presentes en el acompañamiento emocional y personal de los jóvenes. Esto lo hacemos a través de la mentoría y también con formaciones para mejorar habilidades importantes, como la organización, la gestión del tiempo o la comunicación. Lo que realmente funciona es que no solo nos centramos en el hecho de que los jóvenes estudien, sino que también los ayudamos a confiar en ellos mismos y a saber afrontar los retos. El equipo técnico es clave en todo esto, porque asegura que el programa mantenga coherencia y calidad, centrándose siempre en las necesidades individuales de cada joven. Todo esto hace que los jóvenes salgan más preparados para afrontar los retos personales y profesionales que se encontrarán en el futuro”. Precisamente por este método, la Fundació Impulsa ha recibido el sello de la Coordinadora de Mentoría Social, que certifica que el programa de mentoría sigue unos estándares rigurosos que aseguran que la relación mentor-joven sea provechosa, tal como explica Llinares: “Contamos con un programa bien estructurado, con objetivos claros para cada joven y para cada relación de mentoría; impartimos mucha formación y acompañamiento a los mentores, para que se sientan seguros y preparados; y evaluamos constantemente cómo evolucionan las relaciones y cómo impactan en los jóvenes, y si algo no funciona, hacemos los ajustes necesarios. El sello avala que trabajamos con una metodología de calidad y con mucho rigor. Esto nos anima a seguir mejorando y ayudando a más jóvenes a construir su futuro”, asegura.
“Saber que tienes a alguien que te acompaña y se preocupa por ti hace que no te sientas sola y ayuda mucho a conseguir lo que te propones”
Justamente con esta premisa también se trabaja la mentoría del Projecte Rossinyol de la Universidad de Girona (UdG). Lo explica su coordinador, Òscar Prieto, quien además destaca la importancia del acompañamiento, especialmente en jóvenes recién llegados. En el caso de los adolescentes que llegan a Cataluña, el proceso de adaptación al nuevo contexto es difícil, y el hecho de tener una persona cercana que genera un vínculo de confianza hace que se sientan más seguros en relación al idioma, y contar con un espacio seguro donde compartir preocupaciones también los ayuda en su adaptación. Desde el Projecte Rossinyol, todo este acompañamiento se trabaja desde una óptica de ocio, ya que el trabajo inicial consiste en generar vínculo, y poco a poco se van introduciendo otros aspectos educativos”, explica. Un vínculo que, a su vez, contribuye a romper estereotipos, tal como afirma Karlos Ordóñez Ferrer, coordinador de proyectos de Mentoría Social de SOS Racismo Gipuzkoa, una de las pocas entidades españolas que cuenta con la acreditación de mentoría social: “Nosotros empezamos a hacer mentoría social en 2014: vimos que en Cataluña ya había proyectos que lo hacían y que tenían muy buenos resultados, y nos pareció interesante nutrirnos de iniciativas como las de Punt de Referència o el Projecte Rossinyol de la UdG, entre otras, para utilizar la mentoría social como herramienta para poner en contacto directo a la población autóctona con la recién llegada, y convertirse así en una herramienta poderosa para romper estereotipos, discursos de odio… Muchos niños y niñas recién llegados viven situaciones de vulnerabilidad en las que sus familias no pueden ayudarles lo suficiente y tienen una sensación de soledad que les dificulta hacer amistades, porque los parámetros, los valores y los elementos de comunicación son distintos. Frente a estas realidades, la mentoría les facilita una vía de comunicación para afrontar situaciones de frustración, inseguridad, y la autoestima es un aspecto que se trabaja mucho a partir de tener este acompañamiento de alguien que no pertenece a su entorno directo, pero con quien se genera una comunicación muy intensa y confidencial que permite al menor contar con un espacio de seguridad”. Esto es así porque, además, la mentoría social, según Ordóñez, también tiene un carácter preventivo: “Tenemos estudios que muestran que los menores que han pasado por programas de mentoría social tienen menos probabilidad de caer en riesgos relacionados con las drogas y un mayor porcentaje de estos jóvenes continúa sus estudios y se plantea cursar estudios superiores”, asegura.
«La mentoría social (…) es una herramienta poderosa para romper estereotipos, discursos de odio, etc…»
Así lo demuestran también los datos facilitados por Punt de Referència, y es que las cifras hablan por sí solas: el 85% de los jóvenes tutelados y extutelados que han recibido acompañamiento y refuerzo educativo por parte de una persona voluntaria se plantea continuar estudiando; el 95% afirma que, gracias a la mentoría, ha mantenido la motivación por los estudios; y el 100% afirma que ha aprendido a sacar mejores notas en trabajos y exámenes. Unos datos de éxito que comparte también la Fundació Impulsa en su ámbito de actuación con jóvenes: el 80% de los jóvenes que acompaña Impulsa se gradúan, el 93% se preinscriben en un CFGS (Ciclo Formativo de Grado Superior) y, según la encuesta Alumni 2024, el 86% de los graduados trabaja, y el 64% desarrolla tareas relacionadas con sus estudios. Unas cifras detrás de las cuales hay historias de superación personal, tal como explica Sandra Llinares: “Para muchos jóvenes con entornos complicados, el hecho de graduarse es un reto enorme que no sería posible sin el apoyo técnico y el esfuerzo de los mentores. Esta red de apoyo es clave para garantizar que los jóvenes puedan construir un futuro prometedor. Sin embargo, el éxito no se mide solo en porcentajes; el éxito también es estar al lado de los jóvenes que no logran formar parte de ese 80%, y cada caso se trabaja de manera personalizada, buscando soluciones adaptadas y conectándolos con otras entidades que puedan ofrecerles apoyo. Acompañarlos, respetar sus ritmos y dejar las puertas abiertas para que, si deciden retomar los estudios, sepan que no están solos, es la definición de éxito de esta iniciativa. Porque el objetivo final es que ningún joven se quede atrás”, manifiesta.
“El 95% de los jóvenes afirma que, gracias a la mentoría, ha mantenido la motivación por los estudios”.
Y con este objetivo se desarrollan los programas de mentoría, que, para tener éxito, requieren una buena planificación inicial, tal como detalla Llinares: “La clave para tener una mentoría de calidad es hacer bien todo el proceso desde el principio. Seleccionamos a los mentores con mucho cuidado. Nuestros mentores tienen ganas de acompañar a un joven y tienen las habilidades para hacerlo: paciencia, empatía y ganas de escuchar. Les damos una formación específica para que sepan cómo acompañar al joven y cómo gestionar situaciones complicadas, y estamos a su lado durante todo el proceso, haciendo un seguimiento tanto de los mentores como de los jóvenes, para asegurarnos de que la relación funcione, que todos estén cómodos, que tejan vínculo y la relación avance”. Así lo ha vivido Berta Baulenas, mentora de una joven Impulser: “Hace seis años que soy mentora en la Fundació Impulsa, y solo tengo palabras de elogio para el equipo que hay detrás, gracias al cual la mentoría se convierte en un pilar muy sólido para apuntalar un propósito que me parece encomiable. Pienso que precisamente el éxito del Método Impulsa es fruto del esfuerzo y la dedicación del equipo que hay detrás, el cual vela por la formación de los mentores, por el acompañamiento y por la profesionalidad, buscando siempre la excelencia. Como mentora me he sentido siempre muy acompañada por parte de Impulsa y pienso que trabajamos siempre por un mismo objetivo. He tenido una profesión en la que siempre me he dedicado a los demás y considero que siempre he recibido más de lo que he dado, y con la mentoría social me pasa exactamente lo mismo: considero que ayudar a los demás es la mayor satisfacción que podemos tener”, afirma. Esto es porque los beneficios de la mentoría son bidireccionales, ya que la mentoría también tiene un impacto en las personas voluntarias que dedican su tiempo a hacer este acompañamiento, tal como asegura Prieto: “Las personas mentoras a veces te dicen que son ellas las que realmente aprenden, y valoran mucho los beneficios que les aporta hacer mentoría: desarrollar empatía, la responsabilidad de tener una persona con quien generar procesos de aprendizaje y acompañamiento, reflexionar sobre las propias incoherencias… Además, hay que destacar que, según diversos estudios, la mentoría se convierte en un elemento transformador: hacer mentoría facilita una ciudadanía más activa socialmente y nos ayuda a crear una sociedad más resiliente”.
La mentoría es una estrategia valiosa para la inclusión social, especialmente para personas en situación de vulnerabilidad. Con el acompañamiento psicopedagógico adecuado, los mentores pueden ayudar a los mentorados a descubrir su potencial, superar obstáculos y construir un futuro más esperanzador. Una realidad que, como reivindica Ordóñez, debería contar con mayor respaldo institucional: “Combatir la soledad no deseada y, por tanto, garantizar el derecho al acompañamiento debería ser un derecho básico universal: la mentoría social está estrechamente ligada a la salud mental, a romper con la soledad no deseada y a cohesionar la sociedad. Es una herramienta que ha demostrado su eficacia y que ofrece buenos resultados. Necesitamos que las instituciones la apoyen para que desde las entidades podamos llegar más lejos. Es clave poder seguir haciendo mentorías de calidad, y para ello necesitamos el compromiso de toda la sociedad”, asegura. Y es que los casos de éxito y los datos rigurosos demuestran que invertir en programas de mentoría no solo transforma vidas individuales, sino que también enriquece las comunidades y la sociedad en su conjunto.